Hace unos dos meses la Ministra tenía por el norte un acto público al que concurrió el presidente de la Plataforma Nacional de Afectados por la Ley de Costas, José Pedro Fernández, junto con otros afectados. Llevaban una pancarta, creo. La cosa era en el campo. Se acercó un policía, les preguntó si querían hablar con la Ministra, dijeron que sí y tuvieron un encuentro, pero el cambio de pareceres fue decepcionante, o más bien no hubo cambio de pareceres. La señora los acusó de estar engañando a la gente, de no ser tantos afiliados como decimos, de que no es cierto que todos los que están con nosotros son legales, etc.
Todo muy raro. En condiciones normales la Sra. Espinosa se habría limitado a decirles que no tenemos razón, que el gobierno no aplica la ley retroactivamente y todo ese rollo casposo que suelen soltar. Pero no. Les vino con detalles internos de la Plataforma. Sí, internos, y al mismo tiempo erróneos. Todo el mundo sabe que en la Plataforma no pueden entrar los que no tienen derechos o no tienen razón, en particular los que se han apropiado ilegalmente del dominio público. Es una condición que impuse en su momento, coincidiendo con la fundación, porque en caso contrario no podríamos presentarnos en sociedad mirando a la cara a nuestros conciudadanos, a los periodistas y demás familia. Y yo mismo sufro las consecuencias, porque he tenido que decirles que no a clientes del despacho en situaciones poco claras.
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El pasado miércoles la misma Espinosa estaba de nuevo por ahí, esta vez en Oviedo. Y el mismo José Pedro también. Lo acompañaban una vez más algunos compañeros y también dos de sus primas. Se quedaron en la vía pública con una pancarta, de forma totalmente inofensiva. Después entraron en el vestíbulo del hotel y un miembro del séquito imperial se dirigió a ellos.
-¿Quieren ustedes hablar con la Ministra?
El diálogo se volvió a reproducir de la misma forma que unas semanas antes. Que sí, que sí que querían.
-Voy a hablar con alguien del gabinete, pero no les prometo nada.
El personaje desapareció y a los pocos momentos los afectados recibieron una visita, pero no era la Ministra, ni el gabinete, sino diez policías nacionales como diez torres. Los tipos se acercaron, más chulos que una cuadrilla de toreros en celo, y les ordenaron que salieran inmediatamente del hotel, advirtiendo que como se pusieran tontos irían al calabozo.
-¿Quieren ustedes hablar con la Ministra?
El diálogo se volvió a reproducir de la misma forma que unas semanas antes. Que sí, que sí que querían.
-Voy a hablar con alguien del gabinete, pero no les prometo nada.
El personaje desapareció y a los pocos momentos los afectados recibieron una visita, pero no era la Ministra, ni el gabinete, sino diez policías nacionales como diez torres. Los tipos se acercaron, más chulos que una cuadrilla de toreros en celo, y les ordenaron que salieran inmediatamente del hotel, advirtiendo que como se pusieran tontos irían al calabozo.
Sí, sí. Sin bromas. Los pobres agacharon la cabeza y se quitaron de en medio con las tripas revueltas por la repugnancia. Toda una vida como personas de bien para que esos tipos con placas, porras y pistolones los trataran como escoria. Conozco a José Pedro y a los que lo acompañaban. El se dedica a hacer montajes eléctricos, una de sus primas vende pan, un compañero tiene vacas y fabrica yogur. Nadie te puede echar del vestíbulo de un sitio público como un hotel, excepto el dueño si estás armando bronca y la policía por razones de seguridad. No se daba ni una condición ni la otra. Aquellas personas eran los trabajadores que pagan con su esfuerzo, sus madrugones, su honestidad y sus impuestos los sueldos de esos ministros y esos policías, y son por tanto dignos del mayor respeto.
Pero claro, esta Ministra Elena Espinosa, que se cree lista pero al parecer se deja manipular como una adolescente con granos, no tenía nada que hablar con José Pedro ni con sus primas teniendo en cuenta que ya les había vomitado encima la vez anterior, que ya se había desahogado echando fuera la bilis y que ya se había quedado tranquila al repetir como un loro las idioteces que le había inoculado ese posible personaje frustrado y despechado a través de ese otro posible personaje que tiene una pata en cada sitio y que hace de posible e hipotético correo. Así que de diálogo nada. Unos cuantos golpes de porra era lo que necesitaban los electricistas, ganaderos y panaderos que estaban allí, esperando pacífica e ingenuamente que la señora los escuchara.
Pero claro, esta Ministra Elena Espinosa, que se cree lista pero al parecer se deja manipular como una adolescente con granos, no tenía nada que hablar con José Pedro ni con sus primas teniendo en cuenta que ya les había vomitado encima la vez anterior, que ya se había desahogado echando fuera la bilis y que ya se había quedado tranquila al repetir como un loro las idioteces que le había inoculado ese posible personaje frustrado y despechado a través de ese otro posible personaje que tiene una pata en cada sitio y que hace de posible e hipotético correo. Así que de diálogo nada. Unos cuantos golpes de porra era lo que necesitaban los electricistas, ganaderos y panaderos que estaban allí, esperando pacífica e ingenuamente que la señora los escuchara.
En navidad le pedí audiencia. Me contestó con una carta en la que me decía que el día tiene 24 horas y una frase como ésta: “lo que sí no le tolero es que critique a equipos anteriores”. Dejando aparte su pintoresco uso de la gramática, si dos iguales están en la barra del bar y uno le dice al otro que no le tolera que hable mal de su cuñada, o de Maradona, esto no es más que un recurso verbal. Pero si el que prohíbe o no tolera es la Ministra, y se lo dice a un ciudadano, la cosa cambia. Entonces ya no es un recurso mental, sino la Santa Inquisición con faldas y a lo loco.
Creo que no se dio cuenta cuando me escribía esa cosa. Un Ministro no puede prohibirle a un ciudadano que critique a equipos anteriores o lo que le dé la gana. No tiene más remedio que tolerarlo, son las reglas del juego.
Después le volví a pedir audiencia. Está en un blog anterior. Nada de nada. Ella recibe a otros colectivos, no a nosotros. A nuestros enemigos internos las intrigas y los sabotajes les funcionan de maravilla.
A mí también se me revuelven las tripas ante lo que pasó el otro día en Oviedo, pero procuro no ponerme tenso porque sé que a todos éstos la historia les va a pasar por encima. Y también a los patosos que fingen ser compañeros de trinchera y nos acuchillan por la espalda.
José Pedro, Blanca, José Luis, Isabel y todos los que estaban ese día se tragaron un marrón por todos los afectados de España y todos deberíamos estarles agradecidos. El calificativo más apropiado que se me ocurre para ellos es el de héroes populares. Héroes de la paciencia, la honestidad y el civismo. Es muy duro esto de tragarse las humillaciones de unos tíos machotes armados hasta los dientes que pueden hacer contigo lo que quieran aunque tú no hayas hecho nada. Claro que, bien pensado, a lo mejor los trataron tan mal por lo que decía la pancarta:
AFECTADOS POR LA LEY DE COSTAS DE NUEVO OS SALUDAN
La Ministra, sus asesores, su gabinete, el comisario de policía, el jefe de seguridad o alguna otra mente lúcida debió pensar que se trataba de un mensaje subversivo. Puede que en clave.
Son José Pedro, sus compañeros y los ciudadanos como ellos los que por fortuna sostienen el país. Son lo que hace que España merezca la pena. Ellos y no esas emperatrices de opereta capaces de ceder a la espantosa tentación de utilizar a las fuerzas de orden público para ofender y humillar a personas inocentes de todo mal. Los malos gobernantes pasarán y cuando nadie los recuerde los ciudadanos seguiremos adelante, construyendo un país libre y digno.
José Ortega
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